Tras recuperar mi forma fisica despues de mi ultima muerte, me decidi a mejorarla. Mi pericia con el hacha ya era excelente, y aun mas con el escudo. Los enemigos mas comunes de los subsuelos de Thais no presentaban ya ameza alguna, y me alegraba de encontrar hordas de los enormes gusanos, o de los ya no peligrosos trolls. Durante un par de dias, estuve bajo la ciudad, y consegui buena parte de mi dinero eliminando monstruos.
Un dia, Makin contacto conmigo.
-¡Eh, tu!
-¿Que quieres, hechicero?
-Quiero proponerte un trabajo sin riesgos. En el desierto hay unas tumas, y por lo que encontre el otro dia en la biblioteca, si un druida como Lucadura(el nuevo nombre de oneforall...)un mago como yo, un guerrero como tu, y algun paladin al que encontremos por ahi, simboliza de alguna manera su compromiso con su forma de luchar, seran recompensados con enormes cantidades de dinero y antiguos tesoros.
-La ultima vez que me ofreciste algo asi termine muerto.
-Si pero...pero esta vez es distinto. Claro, eso, es distinto. No hay complicaciones, no hay problemas, no hay quien nos pueda hacer daño.
-Bien...¿Donde dices que esta ese lugar?
Tras unas horas, nos reunimos en la ciudad. Encontramos a un paladin que nos quiso acompañar, asi que nos encaminamos hacia alli. Cada uno, debia de llevar algo caracteristico de su oficio, asi que Makin llevo su libro de hechizos, Lucadura una manzana, el paladin una ballesta, y yo una espada. Cruzamos buena parte de la region a pie, y tras unas horas llegamos al desierto. Poblado por leones y escarabajos, encontramos un lugar donde rebosaban las energias naturales. Habia unas ruinas, y un agujero taponado por piedras. Lucadura las quito con su pala y descendimos por el. El lugar era un laberinto, pero Makin ya lo habia visto antes en sus libros, y nos supo guiar. Llegamos a una sala donde habia cuatro pedestales. Estaba muy bien decorada para encontrarse a tres niveles por debajo del suelo. En cada uno de los pedestales habia un simbolo de cada clase...unas estatuas de dos caballeros, si, esa debia de ser la mia. Deje mi espada y comprove que los demas estuvieran listos. Pero justo en ese momento, un hombre se deshizo de su hechizo de invisibilidad, y quito la espada del pedestal. Tras un rato de negociaciones, en las que Lucadura(venga ya, no me digais que no parece un nombre de los lunnis) le ofrecio tres mil monedas de oro por la espada, pero el maldito ladron no acepto...Nadie sabia que hacer. Yo lo veia bastante logico. Volvia a Thais y le compraba una espada a Sam, el herrero.¿Solo se me habia ocurrido a mi?
-Esperarme aqui.-dije, y asi me encamine hacia un vortice que te llevaba de regreso al desierto(Al menos segun Makin...)
Una vez con la espada en mi posesion, volvi al desierto. Makin y Lucadura me comentaron por telepatia que el paladin se habia ido...pero que habian encontrado a otro, un hombre llamado Ohm(saludos Brutha)que tambien era un paladin, y que estaba dispuesto a ayudarnos. Cuando llegue al desierto, todos me esperaban en la entrada. Pero al parecer el otro paladin habia regresado a la sala de los cuatro pedestales...maldita sea. Con Ohm en nuestro equipo llegamos a la estancia, iluminada calidamente por cuatro fuegos. Ohm puso la ballesta, pero despues tenia que darle a una palanca que tenia enfrente. Pero tenia un problemilla, que es que era manco, y bueno, los mancos y las palancas no se llevan bien. El otro paladin accedio a hacerlo con nosotros, y cuando acciono el artefacto, caimos por unas trampillas, a una pequeña estancia, con un pasillo al fondo. Dentro habia dos cofres. Mire dentro del primero...cuatrocientas mil monedas de oro...Las repartimos de forma equitativa, y miramos dentro del otro cofre, que estaba lleno de viejos amuletos y varias varas para iluminar.
Cuando volvimos a la ciudad, cambia mis grebas, consiguiendo unas algo mejores. Me costaron caras, pero mereceran la pena. Intente encontrar a alguien que me vendiese una buena armadura, pero el herrero de la ciudad solo vendia unas bastante mediocres, y nadie queria vender la suya. Asi pues, me encamine hacia la cueva de los Trolls, para practicar nuevos movimientos con el hacha. Pasado un rato, Thor me pidio ayuda para cazar un dragon. Era una buena oportunidad de encontrar algo de equipo decente, y aparte, que nunca habia matado ninguno. Asi pues, llegamos a la cueva donde estos lagartos de ardiente aliento habitaban, pero estaban todos muertos. Desde la cima de un barranco, un hombre y una mujer intentaban divisar alguno para cazarlo. Amablemente, les pedimos que nos dejasen uno para nosotros, peticion que aceptaron.¡Perfecto!
El dragon no tuvo nada que hacer contra nosotros. Mientras yo encajaba sus golpes con mi escudo, Makin lanzaba hechizos que herian de forma considerable a nuestro draconico amigo y por mi parte, no podia hacer mucho mas que desviar la atencion del dragon, puesto que era preferible que un valiente y robusto caballero como yo realizase la noble accion de parar los golpes de la bestia.
Desafortunadamente, el dragon no poseia nada bueno, pero pudimos desgarrar algo de su carne, y le robe no mas de cincuenta monedas de oro.
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